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Durante tres años, Paola Nogales recorrió el hábitat del jaguar (Panthera onca) en Bolivia en busca de restos de ejemplares muertos. Caminó por la Amazonia, el Chaco y el Pantanal tras el rastro de pieles, cráneos, colmillos, patas o cualquier pieza de este animal que le permitiera extraer material genético para estudiar. Aquella travesía, que empezó en el norte de La Paz cuando recolectaba información para su tesis de pregrado en Biología sobre el ataque de estos félidos al ganado vacuno, se acabó convirtiendo en el proyecto Improving Jaguar Conservation through Genomics, la iniciativaque actualmente lidera por la que promueve la conservación del felino a través del estudio de su genoma.
Para ello, Nogales elaboró una base de datos con una técnica llamada secuenciación del genoma completo, que le permite conocer, por ejemplo, de dónde vienen los ejemplares asesinados en haciendas ganaderas o decomisados a traficantes, determinar las rutas que siguen los cazadores y usar esa información científica para trabajar en estrategias de conservación.
“El proyecto del genoma humano, que en su momento fue tan mencionado, ahora permite ensamblar genomas de animales”, explica la científica. La reducción de costes para el uso de tecnologías en salud humana tras la covid-19 ha permitido a investigadores como ella acceder a dispositivos para leer y descifrar genes de fauna, obtenidos a partir de mechones de pelos, retazos de cuero, cráneos, colmillos u otros restos. Esa data luego se procesa en computadoras de gran capacidad que arrojan mapas genéticos completos de una especie. “Por ejemplo, el tamaño del genoma del jaguar es de 2,5 gigas de pares de bases o nucleótidos”, señala.
Su interés por estudiar los decomisos de piezas de jaguar nació cuando hacía su tesis y surgieron denuncias de envíos de colmillos por Correos bolivianos a China. Al desconocer la procedencia de los mismos, era difícil sustentar causas legales. En 2022, tras cursar una maestría en Genómica en Inglaterra, Nogales entendió que ya no necesitaba 30 muestras de jaguares para estudiar su hábitat, como exigía la genética clásica; ahora bastaba una sola para tener la misma precisión.
“Es tecnología de última generación, es lo que hacen en CSI (investigación de la escena del crimen, por sus siglas en inglés) y lo estamos haciendo en Bolivia. La información está ahí y nos puede ayudar a saber de dónde se están sacando más colmillos o dónde se ha matado a un jaguar”, asegura la científica. Y señala que, pese a que hay más denuncias de extracción de jaguares en el Parque Nacional Madidi, en la Amazonia, los diez cráneos que ha estudiado de manera aleatoria procedían de otros lugares de Beni y no así del área protegida. “Los diez se han matado ahí. Y es la prueba forense que se necesita, es lo que el ADN está diciendo. Es ciencia”, explica Nogales.
El jaguar está catalogado como “casi amenazado” por la UICN y “vulnerable” dentro del país. Gracias a los estudios de Nogales, se ha podido establecer que genéticamente hay dos poblaciones: una en el norte y otra en el sur, y cuatro huellas genéticas en cuatro regiones. Esta información es una herramienta para que las acciones de conservación sean más efectivas en las poblaciones de la especie.
Tras las huellas de los traficantes
Nogales elaboró una base de datos a partir de 29 muestras de jaguares colectadas en distintos lugares de Bolivia que abarcaban prácticamente todo el hábitat de la especie: la Amazonia, el Chaco y el Pantanal, ecosistemas presentes en siete de los nueve departamentos del país. Muchas de ellas estaban en haciendas ganaderas o fueron entregadas al Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia (MNHN), procedentes de decomisos de tráfico.
En 2023, la propuesta para rastrear el origen de jaguares traficados le permitió ganar el concurso Falling Walls Laben Berlín. También expuso su método en congresos internacionales de biología molecular, y en octubre pasado, gracias al apoyo de la institución a la que pertenece, el MNHN, y el financiamiento de National Geographic Society, se propuso analizar todas las muestras posibles decomisadas. Ahí encontró un obstáculo inesperado.
“Hasta ahora solo he analizado diez cráneos (decomisados al tráfico), tengo problemas para acceder a los colmillos. La Policía es custodia temporal de las piezas, pero no quiere cederlas para hacerles el análisis forense. Estamos hablando de todos los casos de tráfico y se han negado a dar información sobre cuántos colmillos hay”, lamenta.
Rodrigo Herrera, abogado ambiental que trabaja con Nogales como parte del proyecto, explicó que envió seis escritos para acceder a las partes decomisadas en los últimos años: tres a la Policía Forestal y Medio Ambiente (Pofoma), dos al Ministerio Público o Fiscalía, y una al Viceministerio de Medio Ambiente. “Este último fue el único que respondió que le interesa seguir estas investigaciones. Esperamos que, con la intervención de ellos, se pueda contar con esos materiales”, dice Herrera.
El vacío legal que existe en Bolivia sobre la custodia de partes decomisadas al tráfico de vida silvestre ha generado serias susceptibilidades sobre el destino de estas piezas. Según el jurista, como sucede en crímenes humanos, la Policía debiera ser la custodia de estas evidencias, pero como las leyes no lo especifican, también están a cargo municipios, Gobernaciones o la Fiscalía General del Estado.
La científica también ha encontrado barreras en las estadísticas. La página oficial del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas no tiene a disposición cifras recientes sobre estos hechos. Con base en reportes de prensa, Herrera dice que entre 2013 y 2021 hubo 25 casos de tráfico de jaguar, de los cuales, cinco llegaron a sentencia. Según estimaciones de Paola Nogales, habría 900 muestras decomisadas. Entre 2023 y 2024, se conocieron 12 casos por este delito en Bolivia, muchos de los cuales únicamente quedaron en arrestos de ciudadanos que transportaban partes de animales o las ofrecían por redes sociales. La organización conservacionista WCS se encuentra actualizando estas cifras, con base en información proporcionada por autoridades; la misma que será compartida el próximo mes, dijo a América Futura, Mariana Da Silva, responsable del Programa Contra el Tráfico de Vida Silvestre.
En tanto, Paola Nogales continúa su labor con el jaguar y con otras especies de fauna boliviana que sí tiene a disposición en el Museo Nacional de Historia Natural. Desde la academia, ha puesto a disposición todas las herramientas que tiene a su alcance para la integración con otras ramas, como la forense y la legal. Ahora solo espera la respuesta de las autoridades para que “la muerte de esos jaguares no sea en vano y los traficantes no queden impunes”.
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Publish date : 2025-02-21 14:40:00
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