No hay ninguna necesidad de imponerle un nuevo nombre al golfo, aparte de la motivación política de Trump de seguir ganándose el favor de un numeroso sector patriotero del electorado. Pero el cambio no traerá ningún beneficio tangible para Estados Unidos y su población.
En el breve tiempo que lleva al frente del gobierno de Estados Unidos, Donald Trump ha emitido una avalancha de polémicos decretos. Entre ellos, llama la atención la caprichosa orden ejecutiva de cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América.
Aclaremos que, en este caso, América se refiere solamente a Estados Unidos. Los estadounidenses se apropiaron del nombre América para designar a su país, mientras al resto del hemisferio lo llaman “the Americas” (las Américas). Trump parece perder de vista que los hispanohablantes llamamos América a toda la masa terrestre que se extiende desde Alaska hasta la Patagonia. Por consiguiente, el nombre Golfo de América podría hacernos pensar inicialmente que hace referencia a todo el continente, no solamente a Estados Unidos.
Trump ordenó rebautizar el Golfo de México “en reconocimiento de este floreciente recurso económico y su importancia crítica para la economía de nuestra nación”, dice una orden ejecutiva que firmó en su primer día en el cargo, el pasado 20 de enero.
¿En qué se basa la decisión? El mandatario ha señalado que Estados Unidos desempeña un papel predominante en la región y que el cambio de nombre refleja mejor la importancia del golfo para la economía y la seguridad nacional de Estados Unidos.
El propósito del cambio, por lo tanto, es destacar la presencia y la influencia estadounidense en el Golfo de México. La decisión forma parte de la agenda ultranacionalista y expansionista que Trump enarbola desde la campaña electoral, y que ha reafirmado desde que volvió a instalarse en la Casa Blanca el pasado enero.
La orden de rebautizar el golfo ha generado controversia tanto en Estados Unidos como en el extranjero. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, expresó rápidamente su oposición. La presidenta señala que la orden ejecutiva de Trump, en todo caso, debería aplicarse únicamente a la plataforma continental de Estados Unidos y no al golfo en su totalidad.
Trump no tiene la autoridad para cambiar el nombre del Golfo de México a nivel mundial, pero está tratando de que los medios informativos y las empresas tecnológicas lo acepten. En ese contexto, hace unos días prohibió al medio noticioso Associated Press (AP) la entrada en la Casa Blanca debido a que AP, una de las empresas mediáticas más importantes y prestigiosas del mundo, sigue refiriéndose al Golfo de México con su nombre históricamente reconocido.
Reforzando su alarde de nacionalismo exagerado, Trump decretó el 9 de febrero como Día del Golfo de América. Algunas plataformas, como Google Maps, ya usan el nuevo nombre en Estados Unidos. Puede verlo aquí.
Sería interesante pensar qué podría pasar si otros gobiernos experimentaran un arrebato nacionalista y decidieran cambiar el nombre a cuerpos de agua internacionales. Un ejemplo podría ser el Canal de la Mancha, entre Francia e Inglaterra. En Francia, el canal se conoce como La Manche, que significa la manga, por la forma que tiene ese brazo de mar. Pero en Gran Bretaña, se llama English Channel, el Canal Inglés. ¿Qué tal si al presidente de Francia, Emmanuel Macron, se le ocurriera rebautizar el Canal de la Mancha como el Canal Francés?
Otro ejemplo es el Mar de China Meridional, que baña la costa del sur de China, pero que también comparten Vietnam, Indonesia, Malasia y las Filipinas. El nombre se lo dieron hace siglos los cartógrafos europeos, que lo veían como una ruta marítima para llegar a las riquezas de China. ¿Lo rebautizamos?
La orden de Trump de cambiar el nombre del Golfo de México por Golfo de América es un disparate, una decisión unilateral que no respeta la geografía ni la historia. El decreto de Trump se basa en un nacionalismo enfermizo, que se refleja en lemas como America First (Estados Unidos Primero). Ese chovinismo puede generar tensiones diplomáticas y afectar las relaciones de Washington con otros gobiernos.
No hay ninguna necesidad de imponerle un nuevo nombre al golfo, aparte de la motivación política de Trump de seguir ganándose el favor de un numeroso sector patriotero del electorado. Pero el cambio no traerá ningún beneficio tangible para Estados Unidos y su población. El mundo entero –y sin duda la mayoría de los estadounidenses– seguirán llamándolo Golfo de México, su nombre histórico y reconocido internacionalmente. Lo más probable es que cuando la era de Trump concluya en 2029, su sucesor tome la acertada decisión de borrar con una orden ejecutiva el desatino geográfico del mandatario republicano. [FIRMAS PRESS]
Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso yLa espada macedonia, publicadas por Mundiediciones. También ha publicado el ensayo Biden y el legado de Trump con Mundiediciones.
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Publish date : 2025-02-22 04:41:00
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