El aumento de las plantaciones de aceite de palma en Guatemala parece no tener fin. Y las nefastas consecuencias para su medio ambiente, el clima, la conservación de la biodiversidad y la supervivencia de la mayoría de la población afectada, tampoco.
Hugo Choc ha vivido en el caserío Jolomijix V, en Panzós, Alta Verapaz, durante sus 48 años de vida. Es maestro de la única escuela primaria de la comunidad y propietario de un terreno, heredado de su padre. Allí siembra cacao y laurel, y distintas especies de árboles, como teca y cedro. Son su “reserva propia”, Jolomijix V es una de las 208 comunidades indígenas que se sitúan en la Sierra de las Minas, una cadena montañosa de 242 642 hectáreas, a lo largo de los departamentos de Alta Verapaz, Baja Verapaz, El Progreso, Zacapa e Izabal.
En 1990, este territorio fue declarado como área protegida en Guatemala y bautizado Reserva de Biosfera Sierra de las Minas, donde habitan más de 575 especies de animales y de donde nacen más de 60 ríos que abastecen los valles de Motagua y Polochic, según datos de la fundación Defensores de la Naturaleza. El entorno de la comunidad ha cambiado desde entonces. “Antes habían venados y tepezcuintles, pero ahora ya no se ven”, asegura Domingo Choc, un agricultor de 70 años que habita en el caserío.
“Aquí era un lugar bonito, había especies de tecas, de ceibas. Pero empezaron (los productores independientes) a talar y no imaginamos que iban a sembrar palmas”, relata Hugo Choc. “Eran pequeñas, no grandes. Poco a poco están creciendo y es lo único que vemos allí. Solo se miran palmas”.
La escuela de la comunidad se ubica en lo alto de la Sierra de las Minas. Desde ahí arriba se ven árboles y plantaciones de maíz, propiedad de los agricultores de la comunidad. Al fondo se aprecia la palma.“Eso que se ve allí, es la palma africana”, dice Hugo Choc. Señala, en la tierra plana, una mancha verde oscura, de gran tamaño, dentro de la reserva y sobre el Valle del Polochic. Al fondo y rodeada de nubes que avisan la lluvia que se aproxima, se ve la Sierra Santa Cruz.
Las plantaciones de palma aceitera llegaron al Valle del Polochic en 2003, aunque los vecinos tienen sus primeros recuerdos de hace unos 15 años. No se sabe con exactitud cuántas hectáreas hay sembradas actualmente dentro de la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas pero, en 2019, la bióloga Heidy Amely García, directora de áreas protegidas de Defensores de la Naturaleza, contabilizó 1 477 hectáreas, lo que equivale a casi al doble del Parque Central en Nueva York, Estados Unidos.
La Sierra de las Minas comprometida
La industria de palma africana es relativamente nueva en Guatemala. Según datos de la Gremial de Palmicultores de Guatemala (GREPALMA), las primeras pruebas piloto se iniciaron en 1965 y en las décadas de los ochenta y noventa se establecieron las primeras plantaciones. En 2023, el 77.8 % de los cultivos se encontraban en la región norte del país, en los departamentos de Alta Verapaz, Izabal y Petén, en los territorios del Valle del Polochic y las Tierras Altas del Norte.
Según Pedro Pineda, coordinador del Departamento de Ciencias Ambientales del Instituto de Investigación en Ciencias Naturales y Tecnología (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar (URL), la temperatura de estos territorios los convierte en el escenario perfecto para sembrar palma. En estos lugares, además, “hablamos de alturas relativamente bajas para que tenga las óptimas condiciones de producción. Otra de las características son las topografías, relativamente planas”, explica.
La palma aceitera tiene también una necesidad particular: el agua. A partir de los 12 años de edad, cada una de estas plantas consume entre 40 y 50 litros de agua al día. Y en el Valle del Polochic, el agua abunda. En invierno, los ríos, como el Polochic, se desbordan. Su cauce es impredecible.
Entre 2003 y 2010, las plantaciones de palma africana se fueron estableciendo, a nivel nacional, donde anteriormente se cultivaba banano y plátano, según un informe del IARNA.La bióloga Heidy Amely García sitúa las primeras plantaciones de palma aceitera en el Valle del Polochic en 2003. Estas pequeñas plantaciones pronto se fueron expandiendo más y más.En 2023, la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, publicó un estudio revelador. El documento muestra que, entre 2009 y 2019, la producción de aceite de palma en Guatemala aumentó un 191 %. El 28 % de la palma se ubicó en terrenos forestales.
Las plantaciones reemplazaron, hasta ese año, 24 609 hectáreas de bosque a nivel nacional. La mayoría “invaden áreas ecológicamente significativas, reemplazando hábitats valiosos”, indican los investigadores de la Universidad de Michigan. Entre los territorios impactados, considerados clave para la biodiversidad, se encuentran el río La Pasión, en Petén, y la Reserva de Biosfera de Sierra de las Minas.Para el año 2017, las plantaciones de palma aceitera ocupaban 1 477 hectáreas de la Sierra de las Minas, según la tesis de Heidy García. En 2020, el informe del IARNA contabilizó menos e indicó que había 478 hectáreas en esta área protegida.
Según el estudio de la Universidad de Michigan, entre 2009 y 2019, las plantaciones de palma africana reemplazaron 7 231 hectáreas de bosque en áreas clave para la biodiversidad y 5 202 hectáreas de bosque en áreas protegidas, como el Río la Pasión, el Caribe guatemalteco y la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas.La Reserva de Biósfera Sierra de las Minas es administrada por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) y la fundación Defensores de la Naturaleza.
Según Heidy García, directora de áreas protegidas de la fundación, las plantaciones de palma aceitera dentro de la Sierra de las Minas se encuentran en la zona de amortiguamiento del área.La zona de amortiguamiento tiene el objetivo de “mitigar los impactos que van hacia arriba (la zona núcleo), aprovechar de manera sostenible los recursos y lograr que la gente participe en el manejo del área protegida, que les permita también tener espacios en donde puedan desarrollar actividades para conservar la zona núcleo”, indica García.
Según el decreto 49-90 del Congreso de la República, que declara la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas como área protegida, la zona de amortiguamiento está conformada por 91.800 hectáreas y su Plan Maestro indica que los cultivos extensivos en el área de amortiguamiento deberán contar con un instrumento de evaluación ambiental.
Las comunidades que se asentaron en la zona de amortiguamiento antes de que el territorio fuera declarado como área protegida pueden continuar habitándola, pero deben “adecuar su permanencia en las mismas, a las condiciones y normas de operación”, según la ley de áreas protegidas. También pueden desarrollar actividades agrícolas, como la siembra de cacao.“Definitivamente la palma africana no, porque no es una especia de la zona. Eso sí está regulado en el Plan Maestro. La palma queda excluida”, señala Heidy García.
El Plan Maestro de la reserva de la biósfera de Sierra de las Minas reconoce el impacto de las actividades agroindustriales como una amenaza a los elementos naturales de conservación, debido a que su crecimiento se realiza a expensas de áreas boscosas, en muchos casos, sin planificación. “Esto representa una amenaza para el bosque tropical cálido donde existen grandes agroindustrias como el cultivo de palma africana y caña de azúcar”, indica el documento.
El CONAP dijo a Ocote y Mongabay Latam, por medio de una solicitud de acceso a la información, que “conforme a la normativa de la Ley de Áreas Protegidas y declaratoria de la Reserva de Biósfera Sierra de las Mina, no son permitidas las plantaciones de palma aceitera” en este territorio.
Alta Verapaz: más de 25 años sembrada de palma
En las Tierras Bajas del Norte y el Valle del Polochic, la palma africana tiene un nombre: NaturAceites. La empresa comenzó a sembrar palma en 1998. En 2011, se constituyó con la fusión de Palmas de Polochic, Palmas de Izabal, Inversiones de Desarrollo (INDESA), Palmas de Desarrollo (PADESA) y Grasas y Aceites.NaturAceites es propietaria de cinco fincas en el Valle del Polochic y cinco en Fray Bartolomé de las Casas, Alta Verapaz, según Werner Tánchez, gerente de ambiente, certificaciones y comunicación de la empresa. Estas fincas equivalen a unas 12.000 hectáreas de tierra, asegura. También tienen nuevas plantaciones en el territorio de Cadenas, Izabal.
“Nuestro modelo es un modelo interesante porque no estamos solos. Damos la oportunidad de que los agricultores se puedan desarrollar. En el Valle del Polochic hay una cantidad de finqueros que se dedicaban antes a la ganadería y que han transformado sus campos de ganado a palma. En la Franja Transversal del Norte, hay finqueros más pequeños”, explica Rodrigo Díaz, gerente corporativo en gestión social de NaturAceites.
El modelo funciona así: los pequeños productores siembran palma africana en tierras propias. Cosechan la fruta y la venden a NaturAceites. Esta empresa se encarga de realizar el proceso industrial para extraer el aceite y comercializarlo como crudo de aceite o bajo el nombre de Aceite Capullo.En el Valle del Polochic existen 19 productores independientes que venden el aceite de palma a la empresa. Son prácticamente todos los que se dedican a esta actividad en el sur del valle y parte del norte. Sus terrenos van desde las 45 hasta las 400 hectáreas.
Para trabajar con la empresa, los productores deben contar con licencias ambientales vigentes y cumplir con su política de sostenibilidad, indica Tánchez, quien además asegura que las plantaciones que se encuentran dentro de la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas pertenecen a estos productores independientes.
“Nosotros no tenemos plantaciones propias al pie de la Sierra. Hay algún asociado, pero igual si ellos nos están entregando es porque están en cumplimiento legal en todo sentido”, indica Rodrigo Díaz. Tánchez agrega que “hay una corresponsabilidad por ser un productor nuestro”. Es decir, que ante alguna irregularidad, tanto la empresa como el productor, comparten responsabilidad.
Heidy García, de Defensores de la Naturaleza, refuta lo que dicen en la empresa. “Es una mezcla [de tierras]. NaturAceites tiene una parte, los pequeños productores tienen otra. No hay una cuantificación exacta de cuánto le corresponde a NaturAceites o a los productores individuales, al menos Defensores (de la Naturaleza) no tiene esa información”.
A través de una solicitud de acceso a la información, Ocote y Mongabay Latam solicitaron registros sobre las plantaciones de palma aceitera dentro de la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas a CONAP. La institución indicó que no cuentan con esta información y que “no obra dentro de los archivos físicos ni digitales”.Sin embargo, Patricia Orantes, ministra de Ambiente y Recursos Naturales, dijo a Ocote y Mongabay Latam que tiene conocimiento de casos de plantaciones de palma aceitera dentro de áreas protegidas.
“Creemos que ningún monocultivo, sea cual sea, debería de estar dentro de un área protegida. Nos hemos encontrado acá, dentro del reglamento que gobierna las licencias ambientales, una categorización muy baja de los impactos ambientales en general de los monocultivos, lo cual ha permitido, en algunos casos, que estén presentes en la zona de amortiguamiento de algunas áreas protegidas. Esos son algunos cambios que queremos hacer y ya lo hemos hablado con el CONAP”, indica.
Al ser la palma africana una especie exótica, no será compatible con ningún ecosistema local, según dice Pedro Pineda del IARNA. “Incluso, no se ha investigado qué efectos alelopáticos (influencia directa de un compuesto químico liberado por una planta sobre el desarrollo y crecimiento de otra planta) o interacciones negativas se puedan dar. No sabemos, no hemos investigado qué le pueda estar ocasionando a especies vegetales y animales nativas”, explica.Entre los productores independientes que trabajan con NaturAceites se encuentra la Asociación de Desarrollo Agropecuario y Agroforestal Pombaaq (ASOPOMBAAQ), ubicada en el Valle del Polochic. Es la primera asociación comunitaria de palma en Guatemala.
El acceso a su territorio no es fácil. En temporadas de lluvia, los ríos se desbordan e impiden el acceso de la ‘balsa’, una especie de ferry que funciona como la principal vía de acceso a la comunidad. En este escenario, los vehículos, cargados de personas, se las arreglan para atravesar el río Polochic, que también se salió de su cauce.Desde siempre, los ríos crecidos y el agua de la lluvia arrastraban todas las cosechas de maíz y frijol que la comunidad de Pombaaq sembraba, dice Hugo Caal, presidente de ASOPOMBAAQ. Solo una planta quedaba de pie: la palma africana, en los terrenos de NaturAceites.
Cuando al fin lograban cosechar algo de maíz y frijol, lo vendían a precios muy bajos. Una buena parte de los habitantes de la comunidad ya trabajaba en la finca de NaturAceites, así que pensaron: “Tenemos la tierra, ¿por qué no sembrar nosotros la palma si trabajamos para alguien más?”, dice Caal.La comunidad se constituyó como asociación con 54 socios en 2018. Accedieron a tierras (132 hectáreas) con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación.
Compraron semillas de palma a una finca cercana. Pagaron 63 quetzales (unos 8.14 dólares) por cada una. Enviaron una carta a NaturAceites, ofreciendo venderles el fruto una vez comenzaran a producirlo y la empresa aceptó. Ahora, la compañía les brinda asistencia técnica para el control de plagas y enfermedades de las plantas, según comenta Caal.
Ocote y Mongabay Latam solicitaron a NaturAceites el contacto de los productores independientes con plantaciones dentro de la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas, para conocer la situación de sus licencias ambientales. También le preguntamos al CONAP por este mismo tema a través de una solicitud de acceso a la información. En ambos casos no obtuvimos respuesta.
La deforestación es cada vez peor
“En el valle en el que estamos, alrededor del río Polochic, antes había un montón de ceibas grandes, enormes. Cuando vino la empresa, botaron (talaron) todo eso. No sabemos a dónde se lo llevaron”, dice Vicente Mactz, un productor de cacao de 34 años que vive en la comunidad Jolomijix II. Sus recuerdos de la deforestación, que dice sucedió hace 15 años, coinciden con los de Hugo y Domingo Choc, en Jolomijix V. Y con los de Eva Cuc en Los Ángeles Pancalá, en El Estor, en el departamento de Izabal.
“Antes había bosque. Cuando empezaron a venir [los palmeros], cortaron el bosque y sembraron la palma. Por eso nos quedamos así, sin árboles. Aquí había venados, todos los que son animales de monte”, recuerda Eva Cuc. Según el informe del IARNA, entre 2010 y 2020, se establecieron 92 636 plantaciones de palma aceitera en Guatemala. El 16 % de ellas (15 187) en tierras previamente ocupadas por bosques o tierras “con cobertura principal de árboles”.
NaturAceites asegura que ellos no deforestaron. “No hay y no hubo una deforestación. Lo que hubo fue un cambio de uso de suelo porque muchas de las tierras de las parcelas que se utilizan hoy en día eran de uso ganadero”, indica Werner Tánchez, gerente de la empresa. En 2019, se publicó la Declaración pública de socios de GREPALMA compromiso voluntario de cero deforestación. En ella, los firmantes, incluido NaturAceites, se comprometieron a no deforestar bosque natural para cultivo de palma de aceite.
Como producto de la declaración, se creó el sistema de monitoreo satelital permanente de plantaciones de palma de aceite de socios de GREPALMA. Funciona en conjunto con la certificación RSPO, que garantiza que las empresas “producen o manipulan físicamente aceite de palma sostenible”. Ocote y Mongabay Latam le preguntaron a GREPALMA si a través de este sistema es posible determinar las proporciones de las plantaciones de palma aceitera que se ubican dentro de la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas.
La gremial respondió que únicamente cuentan “con el dato de distribución de la palma de aceite por departamento”. Según el Monitoreo satelital para el desarrollo sostenible de la producción de aceite de palma en Guatemala realizado por Satteligente, el cultivo de palma de aceite representa el 10 % del área cultivable de Izabal y el 4 % de Alta Verapaz.
Según los registros de Grepalma, existen 180 614 hectáreas de cultivo de palma de aceite en el país, de las cuales 16 479 hectáreas están asociadas a deforestación. “De acuerdo con el Sistema de Información Forestal de Guatemala, entre 1989 y 2020 se perdieron a nivel nacional alrededor de 2 455 617 hectáreas de bosque, por lo que se estima que el cultivo de palma de aceite representa el 0.67 % del total de deforestación a nivel nacional”, señalan.
El sistema de monitoreo identifica puntos de calor (hot spots). “La alerta es inmediata, te manda un comunicado: ‘Mire, NaturAceites, se identificó un hotspot o un posible punto de deforestación en tal punto y la coordenada tal’. Eso nos obliga a hacer una investigación específica, ya sea nuestra o de productor”, explica Tánchez. “Si es un caso de deforestación por parte de un productor (independiente), eso es un caso de expulsión (como productor asociado a la empresa) o sanción”, agrega.
Este equipo periodístico le preguntó a NaturAceites cuántas alertas de deforestación dentro de la Reserva Biósfera Sierra de las Minas han recibido con el monitoreo de hot spots en los últimos 10 años. Werner Tánchez indicó, por medio de un correo electrónico, que esta información es generada por GREPALMA y que “es mejor referirse con ellos para ampliar y/o aclarar”.
Heidy García comenta que no existió deforestación en el ingreso de la palma a la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas, pues el terreno utilizado ya había sido intervenido por la ganadería. Sin embargo, asegura que eso no exonera de responsabilidades a NaturAceites, ya que las plantaciones de palma tienen otras implicaciones para el ecosistema. “Es un monocultivo, no hay diversidad biológica porque estamos hablando de una misma especie que están plantando, por lo que no será lo mismo que un bosque. Hay una reducción en la biodiversidad y en la conectividad de los ecosistemas”, aclara.
“El calor se agrava y mata a la gente”
En Guatemala, igual que en otros países de la región, la temperatura ambiental ha aumentado cada año. En Santa María Cahabón, Alta Verapaz, alcanzó los 44.8 grados centígrados en este 2024, según datos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH). En los años noventa, dicha temperatura no rebasaba los cuarenta grados.
En las comunidades cercanas a las plantaciones de palma africana en Panzós y El Estor, el calor se ha convertido en una constante durante todo el año. A inicios de septiembre, asfixiaba, quemaba y desesperaba. La lluvia que caía a torrentes en Panzós durante diez minutos por la noche no era suficiente para refrescar.“Las personas acusan que por las palmas estamos sufriendo. Si no hubieran, tal vez estaríamos tranquilos o sin cambios de clima porque los árboles que botaron nos traían un ambiente agradable”, dice Hugo Choc.
Según Pedro Pineda, del IARNA, Guatemala está atravesando un efecto de la crisis climática, relacionado con el aumento de temperatura a nivel global, que no depende de las acciones que se realicen en el país, sino del aumento de la producción de gases de efecto invernadero en el mundo.
Sin embargo, la deforestación puede tener un efecto en el microclima o el clima de un territorio en específico. “Los bosques son reguladores del clima y permiten mantener temperaturas estables en determinados lugares. Por eso, cuando se eliminan, podemos sentir una temperatura más elevada. Como ocurre, por ejemplo, en las ciudades, donde no hay bosques suficientes”, agrega Claudia Gordillo, investigadora del IARNA.
En Los Ángeles Pancalá, Eva Cuc tiene otra preocupación: el agua. “Ahora nos está matando el calor. Ya no llueve porque no hay árboles y ahorita estamos sufriendo. Ya está seco el río, ya no se puede ir a ningún lado porque ya no hay agua”, dice. Los bosques son reguladores del ciclo hidrológico. Evitan que el agua de la lluvia se escurra y permiten que sea absorbida al manto freático, el cual alimenta los ríos. Con la deforestación, “la disponibilidad de agua en épocas secas, principalmente, se puede ver afectada debido a una disminución del manto freático”, indica Pineda.
La deforestación también afecta la calidad del agua. Los bosques permiten atrapar sedimentos, según indica Gordillo. Sin ellos, los contaminantes, por ejemplo los agroquímicos, pueden terminar con mayor facilidad en los cuerpos de agua. Además, en ocasiones, los nutrientes de territorios ubicados más arriba también se pierden por la deforestación de abajo, pues, con las lluvias, no logran fijarse en el suelo.
“Entonces, además de contaminar los cuerpos de agua, ya no habrá mucha agua, lloverá menos, habrá menos fertilidad y menos alimentos. Estos factores permiten que estas regiones sean marginales para que una familia pueda seguir sobreviviendo de la agricultura”, indica Pineda. “Son consecuencias en cadena”, agrega Gordillo. Esto es un riesgo para un territorio sumido en la pobreza. Según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), conducida por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023 el 90 % de la población de Alta Verapaz vivía en condición de pobreza. En Izabal, la cifra se ubica en el 50.5 %.
Las plantaciones de palma en Guatemala aún no alcanzan el final de su vida útil, unos 25 y 30 años. En el Valle del Polochic, según los vecinos, apenas llegan a los 15. Después, el futuro es incierto. Según dicen líderes de las comunidades que habitan en la Sierra de las Minas, a ellos nunca les informaron que en sus territorios iban a sembrar palma africana. Tampoco les dijeron qué consecuencias tendrían, por lo que no saben si ya las están experimentando, dice Hugo Choc.
“No nos informaron. Solo observamos que ya empezaron a cultivar la palma africana. Nosotros no sabemos cuáles son las consecuencias y qué nos puede causar”, finaliza Choc, mientras la palma aceitera se observa a lo lejos como esa mancha verde oscura que divide el escenario frondoso de la Sierra de las Minas y la llanura del Valle del Polochic. Crece junto a plantaciones de cacao, café y maíz, propios de la agricultura familiar de una región cuya seguridad alimentaria se encuentra vulnerable. Animales como venados y tepezcuintles ya no se ven y, aunque la lluvia es constante, el calor es cada vez más asfixiante.
Deforestar para dedicar las tierras recuperadas al monocultivo de palma aceitera es de las peores cosas que podía pasarles a estas tierras y sus consecuencias cada día empeoran. El problema es que, como el negocio es tan grande, llega un punto en el que las personas, el agua, el medio ambiente y la biodiversidad, dejan de importar.
Kristhal Figueroa – Mongabay
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Publish date : 2024-10-09 03:37:00
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